(Nota: este artículo fue publicado originalmente en El Semanario, México, 08/04/2010)

En estas semanas nos hemos enterado, no sin trepidación, de que Google ha decidido abandonar China y re-direccionar todo el tráfico hacia Hong Kong. La decisión viene al final de una larga historia de recriminaciones, auto-censura y supuestos ataques cibernéticos. La industria local gana una batalla, el gobierno chino pierde otra, más importante aún, en los medios internacionales.

La clave de la noticia: ¿Cómo manipular los medios de comunicación electrónica, tanto legal como comercialmente, para construir murallas que protejan a mercados cautivos y ciudadanos “vulnerables”?  Los medios electrónicos son plataformas de uso múltiple y abierto.  Se les ha llamado plataformas generativas, porque son espacios para la creatividad, la innovación y la integración social.  Pero por el hecho de ser plataformas abiertas, son también sujetas de sabotaje, usos criminales y restricciones a la libertad de expresión.

En 1971, John T. Draper, mejor conocido como “Captain Crunch”, saboteó la red telefónica de la monopólica AT&T. Usó un silbato gratuito de las cajas de cereal que emitía un tono con la frecuencia necesaria para que el sistema pensara que se trataba de un equipo propio. Al usar el silbato podía hacer cualquier llamada sin costo. El caso de Draper fue parte de una batalla mucho mayor por el control de las redes de telecomunicaciones. AT&T, el monopolio de facto, insistía en el control único sobre la red y sobre los aparatos que se usaban para comunicares con la red. AT&T permitía solo el uso de rudimentarios teléfonos de discado. Pero el gobierno dictaminó que si bien AT&T ejercía control sobre la red, no así sobre los aparatos, y menos sobre los clientes. Era lo mismo decir que Draper podía usar su silbato para discar. Esta decisión abrió las puertas a una oleada de innovación: llegaron los teléfonos inalámbricos, las máquinas de fax, los módems para datos y la red Internet por cobre. De pronto la red paso a ser multiuso y se podía innovar. Más tarde “Ma’ Bell” fue desmembrada para crear las “Baby Bell.”

El caso Google/China es muy similar. El Internet es una red abierta, como el teléfono, que permea a la sociedad por diferentes canales. Google pretende dar acceso a la red y hacer llegar contenido a todo el mundo. China prefiere controlar lo que los usuarios pueden hacer: el equivalente a dar a cada ciudadano un teléfono de discado con números faltantes…  Pero el caso vas mas allá, también se ha convertido en una guerra comercial. China ha cambiado su postura frente a las transnacionales. Les ha hecho difícil competir en su territorio con regulaciones. Es la versión china de proteger a la industria nacional, al igual que Latinoamérica lo hizo en su momento. El gobierno prefiere impulsar el desarrollo de la versión local de Google, Baidu, que de todas formas ya tenía una mayor penetración, y así tener una máquina de búsqueda nacional bajo control. Se ha llamado a esto la estrategia de soberanía sobre la información. Se ha seguido en otros países como Turquía, Rusia e Irán. La misma Unión Europea jugó con la idea de tener una máquina de búsqueda propia, la llamada “Quaero”, como contrapeso. No se descarta que Google, ante esta situación de competencia desleal por el gobierno, haya optado por seguir una táctica de pelear en los medios.

Otro aspecto es la censura y los ataques cibernéticos. China ha condicionado a Google, y a otras empresas, a ejercer la auto-censura para poder tener permiso de hacer negocios en China. Es como si AT&T se hubiera visto obligado a bloquear ciertas llamadas, o a modificar los teléfonos de discado para poder conservar su licencia. Google siguió una política de cooperación hasta que se vio victima de ataques maliciosos a su sistema. El gobierno de China ha negado estar involucrado en ataques.  Sin embargo el resultado fue la salida de Google y el bloqueo del gobierno a los sitios de la compañía. La red se filtra para evitar el negocio de una empresa. De los derechos humanos ya ni hablar.

Aunque se pudiera pensar que el caso es especial, la realidad es que hay muchos otros ejemplos de manipulación de la red con fines comerciales o gubernamentales. El impuesto al Internet en México es uno que no involucra censura ni filtrado, pero si barreras al uso. La plataforma que ha construido Apple en torno a sus equipos móviles es un modelo que instrumentaliza restricciones al usuario. Apple ve a la computadora móvil como un equipo de consumidor final, que debe privilegiar la facilidad de uso sobre la libertad de uso. Casos hay muchos más.

En conclusión, estamos en un conflicto que apenas empieza y atenta contra la libertad, la innovación y los emprendedores. Pero, ¿cómo podemos hablar de un monopolio si el Internet no es una corporación, ni un gobierno y ni siquiera un cartel?  Es un régimen de propiedad común. Todos nosotros, ciudadanos y empresas y funcionarios, tenemos una responsabilidad de participar en su regulación, su seguridad y su protección. Es un deber saber que nubarrones se están formando.  En el ágora digital no basta con cerrar unos nodos para evitar una concentración de fuerza.

Copyright Oscar Howell, 2010

Twitter: @ohowell

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